1. Batir los huevos con el azúcar en un bol grande, lo suficientemente grande como para que quepan también tus pensamientos.
2. Añade el aceite en un chorro fino, como si estuvieras dibujando.
3. Incorpora el amoniaco a la leche tibia, sin olerlo accidentalmente, y viértelo en la mezcla.
4. Comienza a agregar la harina poco a poco, mezclando con una cuchara (o con las manos cuando te sientas con fuerzas).
5. Agrega la vainilla y la ralladura. Cuando la masa esté suave y homogénea, estará lista.
6. Extiende la masa con un rodillo, formando tiras de unos 4 cm de ancho. No te quedes ahí parado con una regla: mira y confía en tu ojo.
7. Colocarlas en una bandeja de horno (con papel de horno debajo, claro está) y cocinar en horno estático a 180° durante 8-10 minutos.
8. Sacamos, cortamos en trozos (los morzetti, en concreto) y horneamos hasta que queden bien dorados.
💬 Nota de la abuela:
No regalas morzetti. Los guardas en la despensa y los compartes solo con quienes te vieron amasar.