1. Hervir el hinojo, las patatas y las zanahorias con 4 dedos de agua con sal. Cuando estén tiernos, escurrirlos y reservar esa agua tan preciada (el caldo mágico).
2. Licúa las verduras hasta obtener una crema. No tiene que quedar tan suave como una velouté, pero tampoco como un campo arado.
3. En un bol, combine la carne, el ajo finamente picado, los huevos, el pan rallado, la sal y la crema de verduras. Mezcle con las manos, porque las manos comprenden cosas que la cuchara no.
4. Corrige la consistencia con más pan rallado, hasta que la masa te sonría. Luego, forma las albóndigas como si estuvieras haciendo promesas.
5. En una sartén con aceite y ajo, dorarlas bien. Deben tener una costra fina, pero con sabor: como si dijera: "Soy bueno, pero sé defenderme".
6. Licúe con vino blanco a fuego alto, sin tapa. Inhalar el aroma forma parte de la receta.
7. Agregue caldo de verduras hasta la mitad de las albóndigas. Tape y cocine hasta que se forme una crema ligera y tierna.
💬 Nota de la abuela:
“Las albóndigas no se cuentan, se roban del plato cuando nadie las mira”.