1. Echar el risoni en agua hirviendo con caldo de verduras. No hay cantidades exactas, aquí se hace a ojo y corazón. Lo importante es que absorba el agua, como cuando te enamoras de la persona equivocada, pero al menos termina bien.
2. Remueve, remueve, remueve hasta que el risoni esté suave y se haya evaporado el agua. Debería tener un aspecto similar al del risotto, pero más ligero. Algo así como: "No me apetecía, pero mira esto".
3. Apaga el fuego. No te distraigas, viene lo sexy.
4. Agrega el parmesano. No lo espolvorees, sino que lo picas. Aquí es cuando el risoni se convierte en tu plato reconfortante por excelencia.
5. Añade una cucharadita de Filadelfia. Créeme. Incluso mi abuela, que antes tenía problemas con esos quesos americanos, ahora se ha enamorado de ellos.
6. Ralla pimienta al gusto. Y si te gusta, un poco de nuez moscada para darle el aroma del almuerzo del domingo.
💬 Nota de la abuela:
“Es un plato rápido, pero si lo haces con amor, es tan bueno como una cena a la luz de las velas.
Y sin tener que aguantar que alguien te pregunte "¿puedo probarlo?" después de decir que no tenía hambre”.